Este último se organiza jerárquicamente siendo su autoridad suprema el Papa, siguiéndole en orden decreciente, los arzobispos, obispos, sacerdotes, presbíteros y curas, y tienen la misión de administrar los sacramentos.
En el Antiguo Régimen, la Iglesia tuvo un inmenso poder, unificando a los diferentes y heterogéneos reinos, pasando de la esfera estrictamente religiosa, teniendo profunda influencia en asuntos terrenales.
Además de su actividad religiosa, podían ser señores feudales, armaban caballeros para su defensa, estaban exentos de pagar impuestos, cobraban el diezmo, por los frutos de las tierras trabajadas en sus parroquias, y poseían tribunales diferenciados para su juzgamiento.
Las enormes extensiones de tierras le proporcionaban un enorme poder a la iglesia, La influencia de los monasterios fue aún mayor con la creación de las órdenes de los Cartujos, lo que provocó gran tensión entre la iglesia y el estado por sus conflictos de poderes.
La Iglesia, con los diezmos, un impuesto del diez por ciento de las ganancias obtenidas que se tenía que pagar al líder eclesiástico, y con las manos muertas que eran los bienes de la Iglesia Católica y de las Órdenes Religiosas que estaban bajo la protección de la Monarquía Hispánica, creaban la pobreza que justificaba su existencia.
La Iglesia llegó a acumular, como consecuencia de donaciones o compras, una inmensa cantidad de propiedades territoriales y urbanas que la convirtieron, en la Edad Media y el Antiguo Régimen, en una de las mayores propietarias. La Reforma protestante supuso la desaparición de las órdenes religiosas y una profunda reforma del clero secular en la Europa del Norte, lo que supuso el fin de la situación de manos muertas y la llegada al mercado libre de esas tierras y bienes, lo que fue esencial en la formación del capitalismo.